EDITORIAL.

¡FELIZ AÑO NUEVO!

Esta es la expresión corriente, que con algunas excepciones, en el planeta Tierra, sus habitantes, en el momento horario del paso de cada 31 de diciembre al primero de enero, se lanzan entre sí, en sus respectivos idiomas, lenguas o dialectos, despidiendo al año viejo y dándole la bienvenida al nuevo, con los deseos para que los asuntos de vida de cada uno de nosotros, se desarrollen con mejores ritmo y resultado, que en el inmediatamente anterior, que acaba de irse.

Desde el descubrimiento científico de los movimientos de la Tierra; el de rotación, consistente en dar vueltas en sí misma, sobre su eje y el de traslación, alrededor del sol, se tiene, que por convencionalismo anónimo, ya que no sabemos quién lo impuso, la gente, orientada por el almanaque o calendario, indicativos del paso del tiempo, comenzó la práctica de la celebración de su cumpleaños, con base en la cronología trazada por las comentadas vueltas del globo terráqueo.

Por eso, cada aniversario nuestro, durante el tránsito terrenal que nos ha sido asignado, por voluntad divina y realización material de la naturaleza, que va estableciendo la longevidad de nuestro trayecto de vida, no es más, que un implícito recorderis, de que estamos sobre la Tierra y de que ésta, gira constantemente sobre sí misma y alrededor del sol.

Diferenciándose, en que cada año, la Tierra reinicia su traslación, repitiendo su rotación; mientras que nosotros, reiteramos la rutina diaria, bajo los fenómenos de noche y día, que es una especie de rotación, sin volver al punto de partida, ya que nuestro devenir vital, es de curso lineal, acumulativo, mientras que la actividad de la tierra, es circular. Por eso, podríamos decir, que la Tierra se mantiene joven y que nosotros, envejecemos.

Y esa, es la gran experiencia física de nuestras vidas: La lozanía y frescura con la cual llegamos del nacimiento, se elevan, en la medida que acontecen giros de la tierra y que sintetizamos, como transcurso del tiempo; para en un momento de quiebre, forzoso e infaltable, comienzan a marchitarse, como llevándonos de regreso, igual que la tierra, que vuelve al punto de inicio de los ciclos de rotación y de traslación.

Regreso que, sin embargo, no es de renacimiento, si no, de extinción por completo, de los signos de vida. Estos se acaban, pero la Tierra, sigue girando. Especie de periplo de los seres vivientes, que nosotros, hemos dado en llamar, tránsito terrenal, que va, desde el parto que trae al bebé a la luz, hasta el día de su muerte. Lo mismo, en el reino animal.

A esa costumbre particularizada de los humanos, del cumpleaños de cada quien, al compás de los giros de la tierra, tenemos otra, tipo colectivo, la realiza casi el mundo entero, inspirada quizás, en la novedad, de la aplicación efectiva e institucionalización del Calendario Gregoriano, a partir del primero de enero siguiente al 1.582, según cuenta la historia. Festejo que es repetitivo y para el cual, los colombianos, ya estamos preparados hoy.

A diferencia de las celebraciones individualizadas de los aniversarios de nacimientos, que desaparecen, porque se acaba quien cumple años; las del año nuevo, no, puesto que éstas, tienen origen en el reinicio de los ciclos solares, producidos por las vueltas de la tierra, en sí misma y alrededor del Astro Rey. Por eso, serán eternas y salvo, otros acontecimientos, generación tras generación, perdurarán las del año nuevo.

De allí, que nosotros: equipo humano del INFORMATIVO SUR DE LA COSTA, Vicente Bustamante Hernández, Fundador – Consultor: Joaquín Romero Calle, Director; Alberto Quiroz Díaz, Editor; Edgardo Andrade, Corresponsal y Keisi Jiménez, Diagramadora, con sinceridad, llena de afectos y de reconocimientos, de corazón, también digamos y deseemos, a todos ustedes, nuestros lectores, familiares y amigos personales:

¡FELIZ AÑO NUEVO!