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José Daniel Sánchez Pérez, es un Periodista barranquillero, poseedor de una amplísima cultura general, que se desenvuelve en cualquier medio, con suficiencia ilustrativa, para deleite de quienes le oyen o le leen. Y en lo deportivo, sobre todo, béisbol y boxeo, en su memoria tiene nombres, datos estadísticos, fechas y hazañas de los actores del deporte, en sus respectivas disciplinas, que al expresarlas, le hacen comentarista de inigualable calidad.
Hoy, jubilado, se dedica a darle rienda suelta a su vocación periodística, vía celular, en la cual, nos honra con nuestra inclusión en su red. Ayer, nos sorprendió con una interesantísima nota, que no es de su autoría, pero de valías intelectual y didáctica insuperables y de impactante actualidad. La publicamos, con los créditos de rigor. La creadora, es Ruth Abello, a quien no conocemos y trata de la xenofobia, inmigrantes y discriminación:
(Aquí copiar la nota, comenzando por El ambiente de xenofobia…)
ESTE TERRIBLE PROBLEMA DEL ODIO REGIONAL, RACIAL, EN RESUMEN, LA XENOFOBIA, SE AGUDIZA Y LO HARÁ AÚN MÁS COMO UNA DEFENSA LUGAREÑOA CONTRA LA GLOBALIZACIÓN. LA MUESTRA DE LOS ESTRAGOS QUE LA SITUACIÓN HA IDO CAUSANDO, NOS LA CUENTA RUTH ABELLO EN ESTA MAGISTRAL NOTA
El ambiente de xenofobia ronda el mundo, se tejen alambradas que algunos pueden cruzar y otros su sangre dejan porque está siendo más seguro morir en el intento que morirse de a poquitos a manos de los victimarios de su propia tierra.
Tropezándose con muros fronterizos, muros de concreto y muros humanos en la lucha por la única libertad posible, la de salir huyendo. Huyendo de una guerra que hace metástasis en todas las ramificaciones posibles y buscando una paz que algunas veces solo se logra muriendo.
Los cadáveres de náufragos son insignias de ese drama pero no dan miedo porque miedo ya tienen y no les cabe más. Los cadáveres son retos ya que cualquier lugar se vuelve más seguro que la tierra en la que están. Un cadáver de un inmigrante es un cuerpo olvidado por segunda vez.
Un pueblo sale en estampida dejando su corazón por el arraigo a una tierra que al fin de cuentas no es de nadie, pretendiendo instalarse en otro lugar tras un acuerdo o convenio -como único asidero-, que tiene un límite económico y que es movido por unos traficantes de seres humanos que se aprovechan de la tragedia. Ese éxodo siempre ha hecho parte de la humanidad y aun así los países temen perder identidad con la llegada de foráneos. Es un golpe a su nacionalismo al punto de reaccionar con la estigmatización del inmigrante como delincuente.
Pero no nos vamos muy lejos, ese hartazgo también lo vive ese pedazo del mundo conformado por los países subdesarrollados que se ven obligados a ver a sus vecinos llegar y que muchos reciben con odio porque los pobres odian a los pobres tanto como los ricos. No se odia a la pobreza porque para todos hay sino al pobre que me puede llevar a ser más pobre.
La xenofobia es directamente proporcional al dinero, es así como la aporofobia hace lo suyo, porque si hay algo peor para un xenófobo que un inmigrante, es un inmigrante pobre. Tener dinero es tan bueno que hasta lo tratan como una cualidad.
Los hispanoamericanos venimos siendo de los peores librados. A continuación algo muy común de encontrar (el dato que más se repite para no generalizar) :
Los gringos odian a los hispanos.
Los negros odian a los hispanos.
Los hindúes odian a los hispanos…
Los hispanos odian a los hispanos.
Inmigrante es un INRI con el que toca vivir para indicar que no se es ni de aquí ni de allá, aunque en el corazón uno siempre siga siendo de allá. A pesar de que allá te consideren lejano y acá nunca te incluyan como cercano. Unos salen de su país por un sueño, otros por el azar y muchos otros en estampida por causas políticas, económicas y sobre todo sociales. No es fácil establecerse y casi imposible pertenecer.
Ser inmigrante es un tributo a la soledad; la soledad que anima, que empuja y que a veces entristece. Se aprende a convivir con muchas culturas como fichas de diferentes rompecabezas tratando de armarse aunque nunca encajen.
De muchas partes emigra gente, si bien la atención es para los países con grave crisis social invisibilizando a los que salen en menos proporciones, no deja de ser cierto que se emigra como una gotera constante ante una lluvia incesante.
Para saber que tan mal anda un país basta con ver su índice de emigración. Es algo así como una representación del coeficiente de Gini. Y es entendible, todo el mundo quiere estar mejor, además nadie que se sienta pleno va a querer irse de su tierra aunque nunca en ella sea profeta. Lo más probable es que se viva económicamente mejor pero con un costo de oportunidad que lo paga el alma. El paso del tiempo acrecienta la distancia, los amigos también se van y la cotidianidad que nos envuelve de manera individual nos va volviendo extraños.
Soy inmigrante en un gran país en el que seguramente me quedaré, sin embargo tengo el anhelo de volver aunque quizá nunca lo haga. Pero ese anhelo es como un sentimiento de gratitud por mis raíces, por tener una mamá que espera, una familia que trabaja paralelamente por salir adelante, por un pasado lleno de historias y de gente bonita.
Migran las ballenas, migran las aves, todo el mundo les pertenece, no obstante y paradójicamente entre más racional es el animal más inhumano es.
El racismo y la xenofobia son una enfermedad del alma y parece que no tiene cura y la padecen los que creen que ese pedazo de tierra donde les tocó nacer, es El Mundo.











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