EDITORIAL. PETRO, EL HERALDO Y GERLEIN.

A más de ser noticia, el altísimo respaldo popular recibido por la consulta anticorrupción del domingo 26 del fenecido mes de agosto, por virtud de esta misma, la semana que acaba de irse, fue tiempo para un interesante enfrentamiento, entre el excandidato presidencial, Gustavo Petro, hoy Senador de la República y el diario El Heraldo, de la ciudad de Barranquilla.

En vista de que a la consulta le hicieron falta algunos cientos de miles de votos, para alcanzar legitimidad jurídica, traspasando lo que se llama en el ámbito electoral, el umbral, Petro le dedicó un trino a la Costa Caribe, en donde se lamenta del pobre guarismo de participación, tenido por los votantes de esta región. Aludiendo inclusive, a la compra venta de votos, como hecho cierto.

La afirmación de Petro, no le gustó a los directivos del periódico atlanticense y su Director, soltó un indignado editorial, recriminándole a aquel hombre público, tales expresiones; enrostrándole satíricamente, que quienes sufragan por Petro, si lo hacen libremente, sin estar atados al feudalismo que menciona el ex candidato.

Coincidencialmente, en uno de estos mismos siete días, la periodista Vicky Dávila de la W Radio, entrevistó al veterano dirigente político de aquel mismo Departamento y Senador de la República por casi cincuenta (50) años, más dos, creemos, de Representante a la Cámara, Roberto Gerleín Echeverría. Y vaya, que Robertico, como le nombran en los medios políticos, admitió que Petro tiene razón; que en la Costa, se compran votos y que esto, como fenómeno regional, se expandió por todo el país.

¿Qué tal la declaración? Curiosamente, El Heraldo, ni mú, ante las aseveraciones del congresista barranquillero. Aquí saben, que lo dicho por Petro, dolorosamente para la moral política del Departamento del Atlántico y de la Costa, es verdad.

Gerleín, muy simpáticamente, dice que él, nunca compró votos. En las redes sociales, nadie le cree; todos quienes allí intervienen, lo tratan de embustero y de estar padeciendo Alzheimer; nosotros, no reímos, porque, como decía el difunto Marcos Pérez Caicedo: “No nos hagan reir, que tenemos los labios cuarteados.”

Robertico, dejó de ser Senador, el 19 de julio próximo pasado, cuando finiquitó el período constitucional que se inició en el 2.014; luego de haberse inscrito por su Partido Conservador, debió renunciar a la aspiración y parece que el motivo de su dimisión, estuvo en que su hermano, le retiró apoyo económico para la campaña. No obstante, le aparecieron en urna, ocho mil (8.000) votos, los cuales, se merecen rotundamente, el calificativo de votos de opinión. Pero, ¿hasta setenta u ochenta mil, (70.000, 80.000) con los cuales se elegía?

EL HERALDO, pensamos en que, no se siente maltratado por lo comentado sobre la conducta del elector costeño; ese editorial, no es más, que un descarte del nombre del grupo económico que eligió siete (07) miembros del Congreso, repartidos entre Cámara de Representantes y Senado de la República.

El grupo económico que a través de la publicidad, domina o impone las políticas informativas de El Heraldo, es el protagonista de las escogencias de aquellos siete (07) nuevos miembros del Congreso; con lo cual, la percepción que se toma, es que se estaba evitando que hubiere señalamiento concreto para aquel, de ser comprador de votos. Sobre todo, si se le analiza, que los beneficiarios con curules, ni siquiera son personas populares, menos, que hayan servido a las comunidades en las cuales se desenvuelven cotidianamente.

Para quienes se sienten ofendidos con el concepto de Petro, muy pronto quedaron fríos, con lo acotado por Roberto Gerleín.

Finalmente, concluimos nosotros, anotando lo que ya hemos exteriorizado en otras oportunidades. En Barranquilla, la zonificación no se emplea como lo que es; mecanismo de facilitación al ciudadano el ejercicio del voto, cerca de su residencia; sin traumas para llegar hasta allí. No. Es un modo de control de votos amarrados. Determinado líder, zonifica en determinado puesto de votación a toda su gente, para que sufrague ahí. No importa de donde venga. Donde resida. Si dentro o fuera de Barranquilla.

Y en aquellas elecciones, en donde -dijo Gerleín- si el elector no recibe un aliño, no vota; tampoco hay transporte para movilizarlo. Entonces, los puestos de votación, se ven solos. Vacíos. Sólo transitan a votar, los más comprometidos con la política y los que lo hacen de, esa sí, mera opinión cívica.

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