EDITORIAL. BONOS DEL AGUA; CHORROS DE CORRUPCION.

Airoso, salió el Ministro Carrasquilla, del debate de control político, que le adelantó el Senador Jorge Enrique Robledo; primero, porque, en su mayoría, los Senadores distintos a los de los partidos de izquierda u opositores, se solidarizaron con el funcionario, con seguridad, por la expectativa, de que mañana, haya algo de mermelada, para los que apoyaron. Es decir, nombramientos, contratos y cupos indicativos.

Segundo, porque, creemos, que el Senador Robledo, se equivocó en el diseño del escenario y número de actores, que forzosamente, tenían que figurar en el reparto de la tramoya montada en contra del patrimonio público, desde las arcas de los municipios involucrados en los tales negocios de los bonos del agua.

Se fue de bruces Robledo, al intentar mostrar, que los tales detrimentos patrimoniales, fueron iniciativa propia, única y exclusiva del Ministro ex Ministro, cuando en realidad, fue una concertación de voluntades, consignadas en documentos llamados contratos de empréstitos o de endeudamiento público, celebrados con los Municipios -parece que ningún Distrito- a través de sus representantes legales: Respectivos Alcaldes.

Contratos, en donde hubo concurrencia de consentimientos; los de los inversores, los de los respectivos mandatarios municipales y los de los asesores. También, el del Ministerio de Hacienda y Crédito Público, con los semáforos en verdes.

Aparte de esos consentimientos, hay otros esenciales también, para la validez jurídica de cada uno de dichos contratos: La autorización que el Concejo Municipal, otorga al ejecutivo correlativo, para la celebración del contrato. Y aquí viene lo grande del asunto: Es vox populi, que en los Concejos, como en el Congreso, el burgomaestre municipal, reparte mermelada, cuando requiere del acto de esa Corporación, para comprometer al ente territorial, en compromisos de esas naturaleza y envergadura.

Pero a diferencia de lo nacional, en lo local, la dulce motivación, se entrega en efectivo; no en proyectos ni en cupos indicativos, ní en retórica presupuestal; contante y sonante; ya, o no hay autorizaciones. Recapitulen ustedes, amables lectores, cuántas noticias han conocido, en el sentido de que los Concejos de tales Municipios, no otorgaron facultades a los Alcaldes, para contratar empréstito, con destino a la construcción del acueducto. ¿Sí o sí?

Deviene de esa premisa cierta, aunque no oficializada como tal, pero si concientizada en el sentir de la política y en los personajes que detentan el poder municipal, que al haberse celebrado los contratos denunciados por el Senador Robledo y por la columna del periodista Daniel Coronel, Revista Semana, que hubo autorizaciones de los Concejos Municipales. Y fácil la deducción: Si hubo autorizaciones, hubo mermelada. Y viene la pregunta forzosa: ¿Quién aportó la mermelada –efectivo anticipado- para conseguir las aprobaciones de los Acuerdos de esas autorizaciones?

Hasta allá, hasta esos confines de oscuridad administrativa, tenía que llegar fundadamente, la investigación del Senador Robledo, para luego presentar los hechos, como un todo, integrado desde lo alto del poder; entendiendo por alto poder, la cúspide de la dirección del Estado y la cúspide del capital privado inversionista.

Con este radio de acción, plenamente cubierto, otro hubiere sido el cantar del debate y la postura del Ministro ex Ministro y la de sus aduladores. Pecó Robledo, porque en eso tuvo razón el controlado; fue un negocio consensuado, no una imposición unilateral. Contratos lesivos, con intereses onerosos y cláusula de permanencia, en perjuicio de los entes territoriales que contrataron; pero todo eso, lo supieron en su momento, los Alcaldes suscriptores de esos contratos. Y lo aceptaron.

En conclusión, por los grifos domiciliarios de esos municipios, no sale agua, pero en el imaginario popular, con seguridad infinita, hay la convicción, contraria a las opiniones de los Senadores de favor, de que la corrupción, es a chorros.

#destacada