EDITORIAL.

SE VA SANTOS JUAN MANUEL. CHAU.

Sí, después de ser huésped de honor y con mando, de la Casa de Nariño, durante ocho (08) años continuos, Juan Manuel Santos, la abandona, porque el rato para habitar allí, terminó. Al publicar esto, faltan más de veinticuatro (24) horas, pero menos de treinta y seis (36), para el adiós definitivo. Sólo quedarán para el recuerdo, los balances, los agradecimientos, las ingratitudes, los desconciertos, las frustraciones, los amores y los odios por la figura de quien será, después de ese lapso horario, ex Presidente de la República.

Nosotros, tenemos el convencimiento, desde hace largo tiempo, de que en Colombia, todos los Gobiernos, son malos y el último, peor que el anterior. Ya lo hemos dicho aquí. Y hoy lo repetimos. Y la razón para ese desencanto, es que período tras período constitucional, los necesidades fundamentales de Colombia, continúan sin solución de verdad verdad.

El empleo, la educación, la vivienda y la salud, para la inmensa mayoría de la población, asalariados e independientes y cesantes o varados, continúa siendo, prácticamente, que dicha inalcanzable para los presupuestos destinados por estos grupos sociales, para la consabida subsistencia diaria. Y ojo, que subsistencia también incluye, vestimenta.

A más de eso, son permanentes los problemas que ocasionan el invierno o bien el verano; en cualquiera de estas dos estaciones climáticas, no faltan los desastres naturales, repetitivos en todo momento y en todo gobierno, sin solución alguna. En la temporada de lluvias, por lo regular de seis (06) meses, la cantidad de precipitaciones, crece caudales de ríos, quebradas, arroyos, etc., y produce desbarrancamientos, inundaciones, desbordamientos violentos que arrasan cultivos, animales, viviendas y hasta a seres humanos.

Y en verano, la sequía, se contrapone a aquella. Se viene entonces, la escasez de lluvias, que lleva la desolación al campo; tristeza y pobreza al campesino, porque su tierra, por falta de agua, no florece con los frutos necesarios para el consumo propio y para la explotación comercial, en procura de los recursos para la subsistencia diaria. Y también, para la de los animales. Estos y aquellos dramas, ningún gobierno, ha intentado de acabarlos o por lo menos, de remediarlos con contundencia.

En ese marco reflexivo nuestro, ubicamos a los dos (02) mandatos de Juan Manuel Santos, por quien no votamos para su elección; lo hicimos en la reelección, porque, ofrecía un proceso de paz y lo gestionaba con la FARC., y lo logró. En ese sentido, colmó la expectativa que nos hicimos con ese gobierno, por eso, hoy, Santos, con nosotros, se va a paz y salvo político.

Le reconocemos además, la expedición de la Ley Estatutaria de la Salud, un intento por mejorar el cubrimiento universal y la calidad del servicio; las cien mil (100.000) casas gratis; el regalar la plata del Premio Nobel a las víctimas del conflicto armado y el rediseño del reparto de las regalías por minería y petróleo, aunque en algunas entidades territoriales, no fue agradable esa nueva forma de partición. El cambio consistió, en darles a todos los territorios y no solamente, a los sedes de las minas o yacimientos.

Las obras públicas, contrario a lo de antes, no representan beneficio exclusivo para los pobres. No señor. Esas, favorecen a todos los colombianos, sin interesar clase social; una buena carretera, sirve para los transportes público y privado; el público, es desarrollo de negocio o actividad económica; así que, no puede hablarse aquí, de preocupación gubernamental, por la condición de vida de los de abajo, en el sistema socioeconómico que nos rige.

La promesa incumplida, de no más impuestos, está justificada con la caída del precio del petróleo, que obligó a conseguir rentas por otro lado; las prestacionales para trabajadores y pensionados, no satisfechas, obedecieron a una causa inexcusable: Los gobiernos legislan y se preocupan por el rendimiento extraordinario del gran capital; por eso, el salario mínimo es ridículamente alto, como dijo en el ayer, quien será mañana, Ministro de Hacienda y Crédito Público; y las pensiones, más difíciles de alcanzar.

El saliente Presidente, le deja al entrante, el mismo legado de Uribe: Confianza inversionista, ampliada por la desmovilización guerrillera y más tratados de libre comercio; el mismo delicado tratamiento tributario, para los del poder económico; sumisión ante Estados Unidos y encono contra Venezuela; las mismas condiciones prestacionales para asalariados y pensionados de la base. Luego, no es justo, que el Centro Democrático, diga que Santos es traidor.

Chau, señor Presidente.

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