EDITORIAL.

DUQUE: PRESIDENTE DEL BICENTENARIO y DE LA EQUIDAD.

Ante el Congreso de la República en pleno, como es la fórmula protocolaria y sustantiva para la posesión del Presidente de la República y de la Vicepresidenta, para el caso actual, Colombia inició un nuevo período constitucional, con la titularidad de Iván Duque Márquez y el acompañamiento de Martha Lucía Ramírez, como segunda en el mandato popular.

Ya materializada o concretada la asunción del cargo, en su primera actuación como Presidente, como es la costumbre, se dirigió a toda la Nación, a través de los medios de comunicación, luego del discurso que leyó el Presidente del Senado, en función de Presidente del Congreso, para los efectos constitucionales de la fecha. Oración política que no fue bien recibida en los círculos ciudadanos, que no comparten el léxico incendiario de algunos miembros del Centro Democrático.

A propósito de las críticas y sindicaciones que le hizo al Gobierno del Presidente Santos, dos ingredientes hay que resaltarle a la intervención del Senador Presidente: Uno, que habló en nombre de la Rama Legislativa y lo que dijo, lo expresó en nombre de todo este cuerpo colegiado; es decir, en nombre de todos los partidos políticos que allí, tienen representación.

Y dos, que todo ese panorama de desastres que tiene, según él, a Colombia, en un socavón, fue construido con la colaboración de esos mismos partidos, ya que éstos, aportaron la fuerza mayoritaria para aprobación de las iniciativas del Gobierno. Esto traduce, que las colectividades partidistas que apoyaron las políticas de Santos, desde el Congreso, son coautoras de los desastres de los cuales se queja Ernesto Macías.

Mismas agrupaciones políticas, que hoy, son aliadas del Centro Democrático y que eligieron Presidente del Senado, a quien, tácitamente, los responsabiliza del socavón, en donde está Colombia, en el dictamen emitido por dicho dignatario.

Comparadas las dos alocuciones, resulta claro, que el Presidente Duque, guardando inequívocamente, el espíritu de unidad de la República, consagrado en la Constitución Nacional, hizo gala de un propósito de inclusión, sin odios, sin fronteras ideológicas, en procura de la legalidad, el emprendimiento y la equidad, según sus palabras. A diferencia de la exposición del Presidente del Congreso; divisionista, revanchista y cargada anímicamente, de tigre. Alabada y felicitada por toda la bancada uribista.

La reflexión oral del Presidente posesionándose, es comprometedora, puesto que el primer mandatario, hablaba allí, no como aspirante a la Presidencia; lo hacía, ya en ella; empoderado de ella, lo que abre un verdadero abanico de expectativas, con respecto al cumplimiento de las mismas, ya que, se repite, no fueron invocaciones futuras de candidato, si no, ofrecimientos presentes, de ejecutorias, desde el solio de los Presidentes.

En el marco de ese compás de espera, que se abre forzosamente para comprobar la precisión de las promesas, toca ser paciente, puesto que la gestión gubernamental, apenas inicia. Y las realizaciones de ellas, no son inmediatas, demandan tiempo, como el que habrá, para comentar en detalles, por lo menos, parte de los temas abordados por el Presidente, como las reformas tributaria, la pensional, a la justicia, a la calificación de delito político por conexidad y la cadena perpetua para violadores de niños.

En el discurso, al parecer memorizado, el Presidente se autocalificó, como el Presidente del Bicentenario, en honor y recordación de la gesta patriótica que nos independizó de España, el 7 de agosto de 1.819.

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